17 de noviembre de 2009

Retomando al pollo Pepe

Hay cosas que siempre tengo presente. Muchas son cosas que me dice mi amiga Ana. Y una de ellas es el pollo Pepe (personaje de la peli Los Reyes de las Olas) y su camino por la vida sin malas intenciones. Fue así como lo vimos a Pepe con un corazón tan noble, que no podía ver maldad en los actos ajenos. ära mi, la mejor escena que reflejó esto fue cuando los pingüinos cavernícolas intentaban cocinarlo en la cacerola (bue, era una peli!) y Pepe estaba más que agredecido por brindarle semejante Jacuzzi.
Y quizás para los otros personajes, Pepe era flor de boludo. Pepe iba papando moscas, no se hacía cargo de las agresiones que los demás le hacían, por el simple hecho que en su interior no existían. Y a Pepe las cosas le salían muy bien.
¿Cuántos Pepes conocemos en nuestras vidas? Yo solo un par.
Cuando interactuamos con otros, ¿es que nuestro primer pensamiento es como el de Pepe? ¿O estamos acostumbrados a que lo primero que surje es la duda, la sospecha de que seguramente el otro tiene algo oculto?
Busquemos hechos cotidianos en nuestra memoria... ¿Cuántas veces dedujimos, asumimos y determinamos que una actitud, comentario, dicho, palabras de alguien eran para molestarnos, eran con mala intención, eran con la famosa y conocida frase "mala leche"? Seguramente todos encontraremos ejemplos varios. Ahora, ¿cuántas de todas esas veces, realmente corroboramos con el que dijo u hizo eso cual era su intención? mmm... permítanme dudar, me animaría a decir que contadas veces.
Entonces, ¿Será que tenemos que aprender a que quizás no todo es hecho"por default" con una mala intención? ¿Será que tenemos que parar, respirar y luego volver a mirar con otros ojos? ¿Será que nos tenemos que animar, ante la duda, a no juzgar, sino a permitirnos acercarnos al otro para decirle "mira, yo siento que esto es así, vos que quisiste decir?".
Quizás cuando hagamos de esto un hábito, nos demos cuenta que no siempre las personas tienen malas intenciones, que quizas muchas veces sean percepciones erradas nuestras... y quizás así podamos encontrar en nuestras vidas muchos Pepes. Y porque no, transformarnos todos en él.