19 de mayo de 2009

Re-encontrándome

Hace mucho que no escribo. Hace mucho que me estaba privando de este inmenso placer que es la escritura. Es una forma de que el alma hable, de contar lo que esta más profundo, donde a veces lo dejamos creyendo que es mejor esconderse.
Recuerdo cuando tenía 8 años y pedí de regalo un diario íntimo. Que felicidad tan grande! Era mi primer diario íntimo, tenía un minúscula candado, que para mi representaba toda mi intimidad. Todavía lo tengo, con sus hojas amarillas escritas con un lápiz que por suerte no se borra. Seguí escribiendo por muchos más años, cuentos, poesías. Era feliz sentándome en mi banquito azul con un cuaderno y una lapicera. Podía estar horas, abstraída del mundo real, pero inmersa en mi mundo de fantasías. Imaginando historias, contando al papel momentos, pero siempre escribiendo. La mayoría de las veces quedaba ahí, guardado en el papel, no lo compartía. Solo cada tanto escribía en la escuela y me exponía a los otros. En esos momentos notaba la mirada ajena, evaluadora, pero generalmente más sorprendida por mis escrituras. Para mí era algo “normal”, para las maestras y compañeros, quizás salía de la media. Entonces venían los actos y la candidata para escribir los discursos era yo. Claro que también el compartir también me exponía a las críticas. Y yo no quería discutir con nadie lo que había escrito o la forma de cómo lo había hecho. No me gustaba escribir porque el profesor lo decía. No me gustaba que me corrigieran el sentido de una oración porque para mi perdía todo el significado que le había quedado dar. Y recuerdo hoy con risas, cuando para un concurso en la escuela, la maestra decidió que lo mejor para escribir era poner música clásica… por dios! Yo quería silencio! La mejor manera para escucharse uno es con silencio… pero claro, era muy chica para estar contradiciendo a una maestra con ese tema.
Y luego crecí. Y el tiempo para escribir fue desapareciendo. Ya no tenía tiempo para sentarme en mi banquito, ya prefería salir con amigos o descubrir el mundo de la computación. Hasta que aparecieron los blogs, y ahí sentí mi corazón literario volver a latir. Me entusiasmé, mucho al principio. Pero claro, la exposición en este medio es mucho más grande. Eso me asustó un poco. Hizo que me preocupara más por el qué dirán, en lugar de focalizarme en mi placer de escribir. Un abrir y cerrar de ojos y todo mi interior expuesto a millones de personas. Pero igual me animé y escribí algunas cosas. Y cambié el banquito azul por la computadora. Era mi momento de relax, de catarsis con el mundo, de expresarme.
Y luego los problemas de grandes, que creemos que son más importantes, me absorbieron. Ya no se me caía una idea, ni lo cotidiano que en otros momentos me hizo escribir con ironía y reflexión, no encontraba su lugar en las letras.
Hasta hoy, que ya mi interior esta gritándome al oído lo más fuerte que puede para que lo escuche. Ya no sabe que más hacer. Tenía esa necesidad de dejarme llevar por las teclas, que estaba ardiendo por dentro. Pero me autocensuraba con excusas del tipo “¿para qué?”, “no se me ocurre nada”, “me da fiaca, más adelante”. Y hoy decidí abrir un Word y empezar a escribir. Lo que saliera, haciendo honor al blog, sin escalas del inconsciente al teclado… y creo que voy a cambiarle el nombre… será “Sin escalas, del corazón al teclado”. Ahora mi corazón es el que escribe, y se siente libre de hacerlo y se transmite todo eso al cuerpo entero y es como el exhalar un gran suspiro contenido durante mucho tiempo.
Y saben qué? Yo soy esta: Soy lo que soy. Y eso me hace sentir bien.